martes, 17 de abril de 2012

Cerró la puerta.

Noche tras noche se maldecía por haberse cerrado aquella puerta. Cegado por promesas efímeras que otras faldas podrían ofrecerle, no consiguió ver lo que guardaban sus retinas. La decepción de un beso de película de serie B, que jamás pasó a siguientes bases por la imprudente inmadurez que destilaban sus caricias. Demasiado pronto para que aquella fuera la elegida, pensó. Menudo imbécil, la dejó marchar.

Pasaron años después de aquellos ojos verdes, pasó por camas, cada cual más diferente. Pero todas tenían una cosa en común, no eran ella. Culpó al karma de mil fracasos, captaba atenciones que más tarde le cargaban, aguantó reproches a cien bandas, incluso escuchó como le decían un "no tienes corazón".

Quizá fuera verdad, quizá nunca quiso a nadie. Y es que cuando tuvo la oportunidad de aprender a querer, cerró la puerta y la dejó marchar, el muy imbécil.



Vicente Viz.

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