lunes, 5 de agosto de 2013

Vértigo.

Llevas los ojos pintados de rayos de noche,
suave carita angelical desonsolada,
y un paracaídas raído en los labios.

Te descubro paseando al borde del abismo de la barra del bar,
como con un imán en las pupilas murmurando melodías imposibles,
mientras apuras un tercio,
mientras apuras un tercio.

La noche sigue rayándote la pintura de los ojos,
y tu sombra es más larga que el silencio.
Tus palabras son funambulistas ebrios,
y me cuentas que ya no sabes si debes contar o descontar los días,
o contar de dos en dos, o quitarle los domingos al calendario,
o arrancar el segundero de todos los relojes.

Yo te digo que los días son de barro,
y se moldean con las manos,
y te invito a rayar la pintura de la noche,
con las llaves de tus ojos.

Pero mis palabras...
son trapecistas sordos en el circo fantasma de las utopías
de este maestro de ceremonias desahuciado y cretino,
que solo buscaba un poco de cariño.

Te descubro paseando al borde del abismo de mi cara,
como con un imán en las pupilas murmurando melodías imposibles,
mientras apuro mi tercio,
mientras apuro mi tercio.

Y el barro de los días se va solidificando por haber querido moldearlo con palabras,
y ya no queda vida, y nos alejamos del abismo de los bares mientras un rayo de luz,
le pinta los ojos a la noche.

Y nos alejamos el uno del otro aunque caminemos en la misma dirección,
como dos malabaristas mancos que quisieron impresionar al tiempo, y éste se les vino encima.

Y nos alejamos el uno del otro, para no tener razones para dejar de ser suicidas,
por el vértigo que supone alejarse del abismo.

Te descubro paseando al borde del abismo de mi cara,
como con un imán en las pupilas murmurando melodías imposibles,
mientras apuras un tercio,
mientras apuras mi tercio,
mientras apuro...



Pedro Pastor y Suso Sudón.

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