miércoles, 26 de septiembre de 2012

La poesía es un arma cargada de futuro.


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas.  Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.



Gabriel Celaya.

Definirse es limitarse.


Ella sacudió la cabeza, y exclamó:
- Yo creo en la raza.
- Representa la supervivencia de los activos. Va en progreso.
- Me interesa más la decadencia.
- Y el arte, ¿qué es?
- Una enfermedad.
- ¿Y el amor?
- Una ilusión.
- ¿Y la religión?
- El sustitutivo a la moda de la fe.
- Tu eres un escéptico.
- ¡Jamás! El escepticismo es el comienzo del credo.
- ¿Qué eres entonces?
- Definirse es limitarse.
- Dame algún hilo que me sirva de guía.
- Los hilos se rompen. Te perderías en el laberinto.



Oscar Wilde.

viernes, 21 de septiembre de 2012

A la altura justa de tus ojos.


Como una canción aún sin acabar,
te repites en mi mente de forma intermitente,
tú, la musa de mi música,
por tus vaivenes me dejo llevar.

Como si este mundo fuera a terminar,
tú me besas con la fuerza de quien sabe,
que tendrá muy medidas y contadas ocasiones,
de hacer de ese beso algo habitual.

Sobrevivo a base de viejas historias,
incompletas que no acaban por el miedo a terminar,
oyendo tu voz en cada voz extraña,
impregnando con tu esencia mis pasiones, mi verdad.

Tú, la luz que apaga todos mis temores,
el lápiz que me escribe las canciones,
la estrella que me sigue a donde voy.

Tú, la suerte que besó mi libertad,
las letras con las que aprendí a cantar,
tu ritmo es el que marca mis latidos.

Con las manos aún inquietas pienso en ti,
pues te tuve entre mis brazos y otra vez te has vuelto a ir.
Indelebles son los surcos de tus dedos,
que han marcado ya mi piel y mi pasión.

Lúchame con besos, déjame ganarte,
reinventarnos a la vez será cuestión de práctica,
bebe de la sed que siento al admirarte,
muérdeme las ansias pero sin cansarte.

Y a veces nos prestamos las cosas de valor,
y nos intercambiamos mientras que hacemos el amor,
el alma entre las manos.
Y entre los labios los te quiero los que adornan las paredes,
de éste cuarto al que me escapo a veces.

Tú, la luz que apaga todos mis temores,
las letras con las que aprendí a cantar.


Carmen Boza.

La habitación.

Ésta es la última canción que hablará de ti, de mi, de nosotros dos,
y de la habitación donde todo pasó sin prisas, jugando a las caricias.


Que nadie se asuste y muera de pena,
si en un segundo de borrachera,
cambié mi vida junto a ti por a tu vera.

Que nadie se asuste, no, ni tan siquiera,
que tengo triste el corazón a mi manera.
Y aun me atrevo a decir que fuimos en la habitación. 



Raúl Rojas.

Apuntes sobre mi paso por el invierno.


Olvidar es convertir una herida en un recuerdo,
el concepto del amor va cambiando con el tiempo,
ya se fueron esos dos,
ya no hay ángeles con sexo.



Marwan.

jueves, 20 de septiembre de 2012

lunes, 17 de septiembre de 2012

Ya va siendo hora.

Y de repente a las tres y treinta siete de la madrugada de un domingo te das cuenta de lo estúpido que fuiste. La tuviste, la tocaste, la abrazaste, la acariciaste, incluso la besaste, y de la misma forma la dejaste escapar. La escusa de que no apareció en el mejor momento solo sirve para intentar camuflar tu estupidez supina. Era ella, seguro. Y ahora puede que ya no la vuelvas a ver, en mucho tiempo (nunca). Ese pasotismo que tan orgullosamente imbécil has paseado por tu vida, a modo de SiHagoComoQuePasoNoPuedeAfectarmeNiHacermeDaño solo te ha servido para perder la oportunidad de estar con una mujer que seguramente te hubiese cambiado la vida. Asume, aprende. Y sobretodo abre los ojos, que ya va siendo hora.



Vicente Viz.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Por que yo soy.

Ya no quema la distancia, aliada del silencio,
soy estrella, tengo fuego, guardo todo el firmamento,
detrás de vidrios ahumados, camuflados frente al ruedo,
caminando de puntillas, sin saltar al agujero.
Cabalgando sin montura, en un galope de valientes,
escondidos, siempre atentos, tentadores de la suerte,
jugador ilusionista, sin chistera y con pañuelo,
me invitas a tu velada, y a mi risa prendes fuego.
Y me subo en tu velocidad, un año de rosas blancas,
aprendiendo a caminar, sorprendidos entre lágrimas,
late mi corazón rojo, agarrado a una cometa,
que dibuja esta canción, pa' que escuche mi poeta.
Porque yo soy, desde que tu me miras.
Porque yo soy, desde que tu me miras.
Porque yo soy... desde que tu me miras.



Manuela Vellés.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Acordes acuerdos.

Su destino pendiendo de una cuerda de guitarra, que recuerda,
pendiente de acordes imposibles, acordando su final.
Tocando en quintas la banda sonora del desastre, sin verla,
trasteando sin remedio, al rozarla en espiral.



Vicente Viz.