camuflado en la cintura, o esa carita de no haber roto un plato.
Será el leísmo de meseta, será el morbo del karategui, serán sus piques así,
sin motivo aparente, o esas diecisiete razones para enfadarse.
El caso es que se le pone una cara de fea cuando me odia, que no puedo
evitar quererle, quitar. Que le imagino sin sonreír, y se me apagan de una
en una. Y es que aún no sabe que, a veces, lo bueno se guarda en frascos
pequeños. Y que me esfuerzo en que la "poca" atención que pueda darle,
esté siempre a su altura.
Postdata: Me quieres, lo sabes.
Vicente Viz.
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