Sonrisas de papel mal pintadas y a brocha gorda, nunca encontró artista de tacto fino y sutil. En su búsqueda anduvo, andaba, y presumíblemente andará (si en cinco años no la encontró, no parecía que fuese a encontrarla mañana).
Aún así él seguía, no sabiendo si por corriente de mareas o por fuerza propia, pero seguía. Siempre le habían dicho que había que mirar hacia delante, que de los errores se aprendía, y que nunca era tarde para hacer o deshacer cualquier cosa o acción. Mentían.
A base de palos y piedras en su camino, diose cuenta que mentían. Hay acciones irreparables, y cosas inalcanzables. Metas de fe, que con fe no se consiguen. Consejos oportunistas o alquilados, que nunca pagaron factura.
Así fue como decidió cambiar el punto de mira, el punto de vista. Filtrar la búsqueda, reducir objetivos, y no luchar nunca en guerras perdidas. Decidió no forzar el destino, ni acomodarse en él.
Decidió acabar con las sonrisas de papel.
Vicente Viz.
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