Y es que no puedo evitar sentirme árbol caído,
del que musas despiadadas hacen leña, lo he vivido.
No puedo evitar mirar el trasfondo de sus ojos,
y ver como el amor nunca estuvo permitido.
Y es que no puedo respirar, si se me clavan sus sentidos,
evitar pensar sin cura, corazones malheridos.
No puedo dejar de trasnochar pensando en vinos,
que sus labios no rozaron, desfallecido.
Odio pensar que solo me quede versar tristeza,
odio pensar, no saber nada con certeza,
odio pensarla en otros brazos, con franqueza,
odio pensar que no tuve nunca esa pieza.
Esa pieza, para completar su vida, alteza,
esa pieza, para resguardar su risa, presa,
esa pieza, para mitigar sus miedos con firmeza,
esa pieza... a la altura de su belleza.
Y es que aún hoy cuando la miro, mi deseo,
se ve comprometido por la fuerza del camino,
que sus huellas dejaron tras de mi en un sinsentido,
que sus pasos borraron tras de si sin cometido.
Y es que aún hoy cuando me mira, desconfío,
de si sus ojos querrán lo mismo que los míos,
buscando escudos para sentimientos escondidos,
abatiendo mi mente cada vez que a ella le escribo.
Vicente Viz.